Me llamaban desde muy lejos. “Ana,
Ana…”. Abrí los ojos y allí estaba ella, Fani. Es la enfermera con la que
compartía cupo de pacientes en consulta cuando trabajaba. No podía estar más feliz. Había pasado
ya (¿tan rápido?), me había despertado, me sentía increíblemente afortunada por ello, y la primera persona que veía no solo
era alguien conocido sino ella, mi querida Fani.
Me vienen a la memoria vagamente
esos momentos. Cortos y turbios. Como cuando te sumerges en el agua y sales
arriba a coger aire. Cada despertar era como una bocanada que recargaba los
pulmones. Las pocas pestañas que tengo pesaban y solo permitían flashes de
recuerdo.
Ya en la habitación, la 549, de
madrugada, el picor en el brazo derecho terminó de despertarme. O quizás al
empezar a despertar más pude sentir el picor. Quién sabe. Pero cada vez era más
y más fuerte. Desde la axila hasta el codo, por la cara interna del brazo, hasta
que comenzó el dolor, a modo de descargas. Fuertes latigazos que recorrían la
zona donde bien gustosamente me había quedado con el inofensivo picor. Lloraba.
Me hubiera arrancado el brazo. Menos mal que los intentos de relajación (con mi música tranquila) y la medicación no tardaron en volver a
sumergirme en el sueño.
Por suerte la recuperación fue
rápida. Al día siguiente podía pasear por los pasillos y aquel dolor tan
insoportable se quedó en el recuerdo. Visitas, flores y dulces alegraron la
estancia.
Cada vez que entraba una
enfermera temía que fuera el momento de la cura. Llevaba días imaginándolo.
¿Sería en el hospital o estaría vendada hasta llegar a casa? ¿Querría mirarlo
allí, estando ingresada o me esperaría a estar sola, delante de mi espejo? Vendría
una enfermera mayor, de las que no sonríen mucho y tienen prisa (que no es que
todas las enfermeras mayores sean así pero, la imaginación, cuando estás
enfermo, da para mucho!). Sin embargo, no sucedió en absoluto como mi mente había
previsto.
Vino mi cirujano, como ya lo
había hecho el día anterior, despejando un poco la habitación en busca de mi
intimidad. Se sentó sobre la cama y estuvimos hablando, sin prisa. Acogida por
su tranquilidad y delicadeza destapó para ver la herida. Aquella cicatriz, mi
cicatriz, asomaba limpia, discreta y me atrevería a decir que bonita. El
monstruo en el que me había imaginado que me convertiría, irregular, asimétrico
y andrajoso, se quedó en una dulce imperfección.
En poco estaba en casa. La
cirugía fue un miércoles por la tarde y el viernes a medio día ya contaba con
el informe de alta.
Los primeros días han ido
realmente bien, sin apenas dolor. Quién me iba a decir que tres días más tarde
de la operación pudiera pasearme por las rebajas de mi tienda favorita. Pero
otra vez hablamos de despertares tardíos. Poco a poco el dolor se ha ido
presentando. No tan fuerte como aquella primera noche, pero me recuerda que
estoy recientemente intervenida y que no puedo llevar la misma marcha que
antes. Si por mi fuera y los drenajes no tiraran, estaría ya corriendo. Tengo
tantas ganas… El otro día me emocioné sólo por ponerme las zapatillas para
salir a andar.
Al dolor le acompaña una
sensación de hormigueo intermitente y una limitación en la movilidad del
hombro. Qué rabia me da querer levantar el brazo y quedarme a mitad. Creo que
la linfadenectomía (el vaciamiento ganglionar) axilar es lo que más limita.
Cada vez que intento levantar el brazo siento en la axila como si cientos de
hilos de lana se deshilacharan. Es algo desagradable.
Durante estos días he tenido
sensación de estar curada. Me sentía limpia, como si la enfermedad se hubiera
esfumado. La liberación que produce saber que el tumor no habita en tu cuerpo
puede confundir. Curada aún no estoy y así me lo recuerdan ciertos índices de
riesgo de recidiva. Soy una mujer joven y las células cancerígenas llegaron a
los ganglios de la axila. Soy una paciente que tiene alto riesgo. Esto hace que
me baje de mi ilusión de curación precoz (llegará algún día) y me sienta como ganado
marcado, con un sello de esos que no se borran en la vida: ENFERMA DE CÁNCER. Dudo
que, aunque los años pasen y los informes lo indiquen, pueda volver a sentirme
curada. El miedo a recaer va a estar ahí siempre. Tengo que aprender a vivir
con ello.
Como mi amiga Silvia dice: Hay
quien tiene que pincharse varias veces al día para conocer su glucemia. A
nosotras nos ha tocado esto. No se elige. Y qué razón tiene.
Ayer fui a la consulta de cirugía
para ver cómo iba todo y para retirar drenajes. De momento me he liberado de
uno. El otro tiene los días contados.
Hay buenas noticias. Al analizar
la pieza quirúrgica han visto que el tumor se había reducido bastante, un
poquito más de la mitad. Y que de 4 ganglios que vieron afectos por resonancia,
solo en 1 se encuentran células malignas. La quimioterapia ha hecho su efecto. No tanto
como a mí me hubiera gustado, pero lo ha hecho.
Soñaba con la respuesta completa.
Había hecho cartelitos de colores donde podía leerse “respuesta completa
patológica” y que había distribuido por toda la casa. Quería jugar con la
lectura subliminar buscando una fuerza inconsciente que recordara mi deseo.
Dicen que si deseas algo con mucha fuerza a veces se cumple. Me quedo con que
el mío se ha cumplido a medias 😊
De todas formas, aún queda camino por
recorrer. No sé seguro cuál es el paso siguiente porque aún debe reunirse el
comité de médicos para decidirlo. Sea lo que sea,
quedan todavía días para comenzar la siguiente etapa. Por el momento me quedo
disfrutando de esta, la de la recuperación después de una cirugía, porque cada
día, mueva más o menos mi brazo, es un regalo.
PD: Aprovecho para agradecer a Asun los cojines que me hizo para poder apoyar el brazo. Me ayudaron mucho los primeros días y son mi salvación para las noches.
Leerte todo este tiempo y saber lo fuerte que eres!
ResponderEliminarGracias nuevamente Ana por lor que nos compartes. Cada etapa como bien dices, posee características propias y depende de cada persona añadirle mucha actitud, optimismo y contar como tú con un Gran Equipo. Abrazo cariñoso a la distancia y mi corazón muy cerca de ustedes.
ResponderEliminarHola Ana, qué tal estás guapísima? Ya veo que ya estás operada. He cambiado de modelo de móvil y he perdido tu contacto por eso no te puedo escribir por privado. ¡Ánimo Valiente! Poco a poco vas viendo la luz al final del túnel. Espero que te recuperes muy pronto. Tu compi de Salir Con Arte Ali. Besitos Guerrera
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