El último viernes del año y no
puedo traer un post más especial. El de mi chico. Llevaba tiempo sugiriéndole
que escribiera algo. Me hacía ilusión ver plasmado cómo ha vivido él estos
meses porque pienso que no es lo mismo hablar, que sentarse a ordenar
pensamientos y reflejarlos por escrito. Me emociono al compartirlo con vosotros
por aquí:
Estos días se cumple un año de
aquel día que cambiaría para siempre nuestras vidas y muchas veces me has
preguntado cómo he vivido, he aguantado y me he mantenido fuerte a tu lado.
Esto es fácil de responder, tú has conseguido que acompañarte durante este
proceso no haya resultado ser ninguna carga, y esto se debe a tu positivismo
desde el primer momento y a la forma cómo has ido superando las diferentes
barreras que han ido apareciendo a lo largo de este año. Como diría tu madre: resilencia, esa palabra cuyo
significado desconocía hasta hace unos meses, y que tan importante ha sido para
poder afrontar estos meses con toda la entereza y fuerza que se necesita. Todavía recuerdo muy bien esa mañana que me
confesaste la presencia de un pequeño bultito en el cuadrante superior externo
de tu mama derecha y aún siguen resonando en mi cabeza aquellas palabras con
las que pretendía tranquilizarte: “no será nada”, “es redondito”, “por edad y
tacto debe tratarse de un fibroadenoma”, “no obstante, como es grande y un poco
irregular pediremos una ecografía”. La sorpresa que me llevé el día que te
hicieron las pruebas todavía me provoca escalofríos. Y es que ese día, el 22 de
Diciembre de 2016, día de la Lotería, para más recochineo, iba a marcar la
trayectoria del próximo año. Ese día me
pediste que te cubriera el turno de tarde que tenías en el Centro de Salud.
Habías ido a hacerte la ecografía pero las pruebas se habían alargado. Recuerdo
que me llamaste por teléfono para decirme que te retrasarías y que te iban a
hacer una resonancia. Esto me pareció muy extraño y aún me preocupó más cuando
te vi aparecer en la consulta. Finalmente habían decidido hacer una biopsia y
cuando nos lo contaste a Rayda y a mí, mientras te derrumbabas, entendí que
algo no había salido bien. Esto lo pude confirmar al ver las imágenes de la
ecografía. Aunque sé muy poco de ecografía, con esas imágenes impresionaba que
no iba a ser bueno. Esto fue un duro golpe, no solo por el diagnóstico de la
enfermedad, sino por la edad y lo poco probable que es un cáncer de mama siendo
tan joven. Era tan injusto que
apareciera tan pronto y en un momento tan bonito de nuestra relación, que aún
pienso que la suerte se cebó un poco con nosotros. Algunos días sigo sin
creerme que esto pasara tan solo dos meses después de empezar a conocernos. De
este pensamiento pasé a pensar en lo asustada que estarías e intenté
consolarte, pero poco podía decirte cuando tú lo vivías igual de injusto que
yo. Además tú ya estabas pensando en cómo contárselo a tu familia, y yo seguía
sin creerme todo lo que estaba a punto de pasar.
Después vinieron más pruebas. Se
confirmó la biopsia. Era un carcinoma ductal infiltrante. Por suerte, tenía
receptores hormonales positivos. Con el diagnóstico empecé a realizar una
exhaustiva búsqueda bibliográfica. El cáncer de mama ha evolucionado mucho los
últimos años y de lo que estudiamos en la Universidad a la actualidad había un
mundo de opciones que desconocía. Después vinieron a la mente los porcentajes.
Primero de respuesta al tratamiento, después de tasas de curación y por último
probabilidades de recaída. Toda la revisión sirvió para actualizarme, pero poco
me aportó para sacar una conclusión: “cada caso es un mundo y hay que ser lo
más agresivos posibles porque Ana es joven”.
Con esta mentalidad iniciamos la
quimioterapia. El tratamiento consistiría en 8 ciclos de venenosos y tóxicos
fármacos que te iban a provocar náuseas y vómitos, que te dejarían débil y
cansada y que provocarían la caída del
pelo. Además, podían provocar una bajada de defensas. Recuerdo cómo te
preocupaba el tema de la caída del pelo y si estarías muy fea. Yo a eso no le
daba ninguna importancia. Estaba más preocupado en que toleraras bien los
fármacos y en que tus defensas se mantuvieran fuertes. Es lo que tiene ser tío
y un poco dejado para estos temas. Tu
preocupación por el tema de la caída del pelo te llevó a raparte antes de que
empezara a caer. Preferías tener la sensación de control y que eras tú quien lo
cortaba. Pienso que esto fue un acierto. Además, al raparte el pelo, me
recordabas a la teniente O’neil y esto reflejaba muy bien lo luchadora que
eres. En este punto creo que también fue muy importante tu familia. Ellos
siempre han ido un paso por delante de ti y han sabido informarse y después
aconsejarte de la mejor manera posible. Un ejemplo es como te llevaron a por la
peluca por sorpresa y como supieron llevarte al mejor sitio para que te vieras
guapa. Los pañuelos terminaron sustituyendo a tu peluca “Manola” y después el
crecimiento progresivo del pelo hizo el resto. Siempre me has preguntado cómo
podía ser que te viera atractiva así. Yo sigo viéndote muy guapa y pienso que
el pelo corto te favorece.
Tras la quimio vino la cirugía. Una
mastectomía radical con vaciamiento axilar. Recuerdo el miedo que tenías a no
despertarte en quirófano y ya no sabía que inventarme para que te quedaras
tranquila. Ese día salió todo muy bien pero por la noche, fue la primera vez
que me asusté de verdad. Ver cómo te retorcías de dolor esa noche no lo
olvidaré nunca, y aunque sigo pensando que había un componente emocional muy
fuerte por todo lo vivido, creo que ha sido una de mis experiencias como
acompañante más dolorosas. Ajustando medicación y con música de relajación
pudiste descansar. Pero creo que ha sido la noche que peor he descansado y eso
que sabes que me duermo hasta encima de las piedras.
Posteriormente has recibido la
radioterapia. Aquí poco te he podido ayudar. Todos los días entre semana tenías
sesión mientras yo trabajaba y únicamente te he podido acompañar en mis ratos
libres. En esta fase es donde he conocido a la Ana más luchadora. A pesar de lo
cansada que estabas por la quimio y por la radioterapia has encontrado fuerza
para empezar a correr largas distancias. Y no solo eso, has convertido la
actividad física en una obligación en tu rutina diaria, a la vez que has
conseguido que otras enfermas como tú empiecen a interesarse por los
autocuidados, la alimentación y la actividad física. Ver el cambio en el estilo
de vida que has experimentado es brutal. Has pasado de ser una persona que no
realizaba actividad física y que comía lo primero que encontraba en la nevera,
a planificar tus comidas, a salir a correr y a moldear tu propio pan. Tengo que
decir que este cambio demuestra las ganas que tienes de seguir luchando y yo te
apoyo en esta lucha.
Por todo esto, únicamente puedo
decir que ha sido y sigue siendo un honor acompañarte en este proceso, tanto en
los buenos como en los malos periodos, y que a pesar de que puede haber situaciones
de debilidad y bajón, en conjunto sigue predominando la positividad, la
felicidad y los buenos momentos.
Te quiero solet.
Andreu