¡Que es viernes y me ha dado por escribir! Raro, raro en estas
últimas semanas. Y es que, en poco tiempo, creo que he pasado por todos los
estados de ánimo habidos y por haber. Dicen que emociones hay más de 400
descritas. Variaciones de las seis básicas: miedo, asco, tristeza, sorpresa, ira
y alegría. ¿Habéis hecho el ejercicio alguna vez de intentar ser consciente de
cómo os sentíais durante un día entero?
Te despiertas y posiblemente te inunda la preocupación: “mierda, que ya me he
dormido otra vez”. Desayunas con desasosiego,
probablemente irritabilidad cuando
descubres ese correo electrónico que te cambia los planes. Feliz cuando tu gato se restriega por tu pierna al haberle puesto
comida. Cariño al darle un beso de
despedida a tu pareja. Exasperación
en el atasco matutino. Estupefacción
al llegar al trabajo y destapar todo lo pendiente. Desconcierto por ese compi que luce bufanda con 23 grados a la sombra.
Frustración cuando te equivocas. Deseo si ves pasar al tío buenorro de
la cocacola que ahora repone barritas energéticas. Remordimiento cuando recuerdas que alguien te espera en casa. Y así,
¡más de 400 posibilidades! ¡Perpleja me quedé yo al saber que alguien ha sido
capaz de describir tantas!
Posiblemente por todas ellas he pasado durante este tiempo
de laguna literaria.
Por recapitular un poco, recuerdo en voz alta. Terminé la
radioterapia en noviembre. Retomé el tratamiento con rehabilitación en enero,
por la limitación que tenía en la movilización del brazo derecho a causa de la
trombosis linfática superficial. Se unió el linfedema. Mejoró todo y ahora
presumo de brazo embutido en manga de contención gris antracita que habéis podido
ver en alguna de mis fotos (pronto nuevo color veraniego, que con éste me veo
sosa). Los que me soportan más asiduamente han podido verme reír a carcajada
limpia y recogerme con llantos desconsolados que, por cierto, asoman cada vez
con menos frecuencia.
Me sorprendió un día un comentario en RRSS que calificaba de
hipócrita tanta sonrisa en las fotos que publico. Me parece casi inherente en una
persona que se enfrenta a una enfermedad como el cáncer contar con momentos de
dolor y sufrimiento. Creo que me puedo sentir satisfecha de sobrellevarlos y
plantar dientes a pesar de ellos.
Pasé incluso por cansarme de la palabra cáncer, de saturarme
por todo aquello que se relacionaba con su existencia. Borré contactos que hicieran
recordármelo. Me espantaba al ver fotos de calvitas o mujeres con pañuelos. Los
lazos rosas me abrumaban.
Ayer cuando visitaba a mi médico de familia y le decía que
ahora sí, que ahora ya podía decir que estaba bien, atribuí esta mejora al paso
del tiempo. Él sin embargo apuntó que quizás, lo que había estado haciendo, de
alguna manera, también había contribuido. Pero… ¿Qué es lo que he estado
haciendo estos meses de recuperación? Algunos ya sé que me contestarían: ¡correr,
correr y correr! Y en parte tienen razón.
Lo que he estado haciendo ha sido aumentar mi
autoconocimiento. Me he presentado a mí misma, me he probado y, resulta que me
he gustado, a pesar de las limitaciones (aunque esta última parte mi profe de
mindfulness lo cataloga de pullita sobrante). He buscado, de manera activa, muy
activa, momentos que me hicieran sentir bien. Momentos de disfrute, de evasión.
Momentos de felicidad.
Y este don que tenemos las ex oncológicas anónimas de sentir al 315% ha hecho que la
percepción de todas estas emociones desembocara en un estado en el que lo
gratificante pesa más que la incertidumbre, un estado en el que se puede estar simplemente
bien, sin más calificativos.
Nunca dejes de sonreir, te digan lo que te digan.
ResponderEliminar������♀️����
Eres �� genial