viernes, 16 de junio de 2017

MI TUMOR TIENE FECHA DE CADUCIDAD


La gestión de la incertidumbre parece que no entienda de ensayos o entrenamientos previos. Salí de la consulta de cirugía con un “ya te llamaremos”. Cuánto peso tienen esas palabras en una persona enferma. Se habían quedado pendientes algunas preguntas “banales” en cuanto a si debía o no ir mirando prótesis, sujetadores especiales,… Las cuestiones de más peso las eclipsaron.

Los días pasaban y seguía sin saber dos cosas que para mí son importantes: la fecha de la intervención y el resultado de la resonancia de control que me hice al finalizar la quimio que, aunque no iba a modificar el tipo de intervención (porque ya estaba claro que necesito una mastectomía radical), sí tiene implicación pronostica.

Decidí llamar yo cuando pasaron tres semanas de aquella visita. No sabía si era un tiempo normal o quizás me estaba adelantando. Pero me generaba mucha angustia continuar sin saber nada. Me atendió la enfermera responsable de la unidad de mama, como siempre amable y entregada. Mi tumor parecía tener fecha. Si no había ningún contratiempo, el 28 de junio. En cuanto a la reso, como Gurb, sin noticias.
Qué alivio genera conocer una simple fecha. Miércoles, el miércoles 28 de junio será el día en el que te dejaré marchar. Sin rencor, te irás. Y espero que por mucho tiempo. Después de 6 meses de convivencia consciente, 6 ciclos de quimioterapia, decenas de libros leídos, otros tantos cuadros pintados, cientos de kilómetros recorridos en paseos, caminatas y carreras, miles de lágrimas derramadas, tantas como risas en venganza, ese día te irás. Y lo harás llevándote parte de mí. No sólo te llevarás parte de mi cuerpo. Se va contigo mi inocencia, mi ingenuidad y parte de mi preciada tranquilidad, pese a que parezca una contradicción. Ya no concibo vida si no es con tu recuerdo.

Hablando con personas de mi entorno, me ha sorprendido que muchos coinciden en que éste es un periodo que estoy aprovechando al máximo, que no paro y que hago mil cosas. Y es cierto, la enfermedad es una oportunidad para enriquecerse. Pero no me gustaría estar dando una imagen equivocada de lo que verdaderamente supone tener cáncer. Si me veis así es porque me esfuerzo por estar bien. A veces saco fuerzas de donde no hay por no faltar a una clase de yoga o por ir a comer con mi familia. Mis ganas pueden con ese cansancio, que ya no sólo es físico.

Me comparo muchas veces con una mera batería de móvil. Si lo has dejado cargando durante la noche, la buena gestión de su uso te permite disponer de carga durante todo el día. Pero si pasas la mañana utilizándolo sabes que a la tarde no llega (o al menos mi móvil, que ya pide pista por viejito). Los días que salgo a correr es cuando más lo noto. He conseguido mejorar mucho. He pasado de no correr más de 200 m seguidos antes de la quimio a alcanzar los 4 km. Pero a costa de sacrificar horas de actividad del resto del día. Me duele reconocer que no llego a todo. Si hay un plan de noche, tengo que pasar la tarde durmiendo, “recargando”, para poder hacerlo.
Y como decía antes, no es sólo físico. Hay días que pincho, que no estaría para nada más que para quedarme en casa llorando. Pero me niego. Este esfuerzo es incluso mayor que el que realizo con mi cuerpo. Mantenerse emocionalmente estable en esta situación no es fácil. Es fruto del empeño, del sacrificio. A veces no lo logro combatir y me vengo abajo. No lo hago público por no preocupar; ¡y porque salgo feucha! Pero estos momentos también están.
Me doy un margen de tiempo para llorar. Me lo permito. Entiendo que las lágrimas también son necesarias. Pero cuando ese tiempo se acaba hay que pasar a otra cosa.



Hoy casualmente me he topado con un poema de Mario Benedetti que me regaló mi madre al poco de conocer el diagnóstico. Os lo dejo para que lo disfrutéis.



NO TE RINDAS

No te rindas, aun estas a tiempo

de alcanzar y comenzar de nuevo,

aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,

liberar el lastre, retomar el vuelo.



No te rindas que la vida es eso,

continuar el viaje,

perseguir tus sueños,

destrabar el tiempo,

correr los escombros y destapar el cielo.



No te rindas, por favor no cedas,

aunque el frio queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se esconda y se calle el viento,

aun hay fuego en tu alma,

aun hay vida en tus sueños,

porque la vida es tuya y tuyo tambien el deseo,

porque lo has querido y porque te quiero.



Porque existe el vino y el amor, es cierto,

porque no hay heridas que no cure el tiempo,

abrir las puertas quitar los cerrojos,

abandonar las murallas que te protegieron.



Vivir la vida y aceptar el reto,

recuperar la risa, ensayar el canto,

bajar la guardia y extender las manos,

desplegar las alas e intentar de nuevo,

celebrar la vida y retomar los cielos,



No te rindas por favor no cedas,

aunque el frio queme,

aunque el miedo muerda,

aunque el sol se ponga y se calle el viento,

aun hay fuego en tu alma,

aun hay vida en tus sueños,

porque cada dia es un comienzo,

porque esta es la hora y el mejor momento,

porque no estas sola,

porque yo te quiero.

domingo, 11 de junio de 2017

UNA APORTACIÓN MUY ESPECIAL

Quería que las personas importantes para mí escribieran conmigo mi historia, porque es de todos. Es nuestra historia. He dicho ya en alguna ocasión que considero que el cáncer es una enfermedad familiar. No sólo me afecta a mí, involucra a todo mi entorno. Hoy se une a esta aventura bloggera alguien que para mí es muy especial. Crecimos juntas en casa de mis abuelos mis tres primeros años de vida. Los siguientes, aunque algo más lejos, han estados cargados igualmente de mucho cariño. Una de mis mejores protectoras. Estoy convencida de que sin ella la batalla sería más dura. Mi tía.


Ana nos pidió a la familia una aportación para su blog, yo no se escribir tan bien como ella pero quiero participar con ella en este blog y contar como viví y vivo cada día de su lucha...


La noticia me llego en un día muy señalado por varios motivos era el día de nochebuena y hacía 6 meses que acaba de perder a mi padre a causa de una complicación derivada del alzheimer que padecía. Hasta ese momento pensé que no habría un dolor mayor que aquel que estaba viviendo, ver morir a mi padre fue además de doloroso muy duro pero lo peor estaba por llegar.


Cuando mi hermana la madre de Ana y ella misma nos comunicaron que te tenia un tumor en el pecho y que era malo el mundo se me derrumbó por completo, las oía hablar de tratamiento, quimioterapia, operación... pero todo me sonaba a raro era como si fuera espectadora de mi propia vida pero no podía hacer nada para cambiarla. Solo sabía repetir una pregunta sin respuesta ¿ por qué ella? No solo no era justo es que no podía aceptar la noticia no quería aceptarla. Si en ese momento me hubieran dado la opción de cambiarme por ella la habría aceptado sin dudar no solo porque por edad me correspondería a mi más que a ella tenerlo si no porque haría lo que fuera para evitarle el dolor a ella y al resto de mi familia.


Los días siguientes transcurrieron entre la incredulidad de la noticia, el dolor de la misma y el miedo a perderla, no podía parar de llorar, todavía me pasa tengo días que no puedo verbalizar su enfermedad pero poco a poco la rutina diaria de preguntar a mi hermana como están cada día, estar pendiente de todas las pruebas médicas y estar informada por ellas de todo el proceso hacen que la distancia física que nos separa sea menor. Ver a Ana tan valiente, tan fuerte, tan dinámica, tan FELIZ con mayúsculas a pesar de todo lo que esta pasando hace que yo tenga fuerzas para luchar a su lado y asumir que no tengo la solución a todos los problemas algo que me gustaría tener la verdad pero sobre todo me ha ayudado a valorar la maravillosa y fuerte  familia que tengo, ver la vida de otra manera y a valorar cada segundo que vivo con ellos...


El saber que Ana tiene a tanta gente que la quiere, que la apoya, que esta a su lado, el saber que hay médicos maravillosos que anteponen todo por el bienestar de sus pacientes y saber que no esta sola que es una lucha difícil pero que tiene cura me dan fuerzas para valorar más si cabe la vida.


Ana no solo quiero caminar a tu lado, quiero llegar contigo hasta la meta... y en tu caso la meta esta cada vez más cerca y será la más maravillosa porque significará que estarás curada.


Y esa sin duda será la mejor de las noticias. Te quiero mi guerrera.

Paloma Martínez

viernes, 9 de junio de 2017

HOY PONGO PUNTO Y FINAL


De siempre he sido muy “rumiante”. Cuando algo me preocupa lo analizo una y otra vez, desde diferentes puntos de vista, elucubrando sobre posibles y enrevesados desenlaces. La mayoría de veces estos pensamientos rumiativos no me han llevado a más que aumentar mi preocupación o angustia. La rumiación es una forma desadaptativa de autorreflexión.

Durante mi proceso de enfermedad la escritura me ha servido (y lo sigue haciendo) para organizar ideas, liberar emociones y zanjar temas que rondan en modo rumiante por mi cabeza. Hoy necesito poner fin a uno de esos pensamientos que tanto me angustian.

Como algunos ya sabéis tardé en decir que me notaba un bulto en la mama. La primera vez que lo palpé fue en verano del año pasado. Era pequeño. No me llamó la atención. Pensé que podía formar parte de la propia glándula mamaria y tal y como concluí en ese momento desapareció de mi mente por muchos meses. No había generado una preocupación y fue algo que decidí (de manera involuntaria) borrar. Había dejado de existir.

Ya adentrado el otoño recuerdo que volvió a hacerse presente. No lo buscaba, pero era de un tamaño considerable y simplemente enjabonándome se hacía evidente.

Al tocarlo se paraba el pensamiento. Era como si todas las autopistas cerebrales se paralizaran por completo durante unos segundos. Me bloqueaba y al poco volvía, como quien despierta de un sueño, y continuaba con el pensamiento anterior, aquel que no tenía nada que ver con lo que estaba ocurriendo.

Esta circunstancia tuvo que repetirse unas cuantas veces hasta que generó duda. Quizás fuera algo a estudiar pero… ¡Qué va! Se trataría de algún quiste raro o un fibroadenoma (una tumoración benigna) y tener que decirlo supondría hacer pruebas, posiblemente pedir horas en el trabajo,… Era tan grande que tendrían que quitarlo, o al menos biopsiarlo. ¿Y a quién se lo diría? A algún compi, de pasillo, como total no iba a ser nada…  Uff! Eran demasiadas cosas y lo dejaba estar. Volvía a apartarlo.

Mi chico es médico de familia como yo. Una tarde, como quién dice de ir al cine, le comenté que me había notado algo en la mama y que quizás estaría bien que algún día me explorara. No lo había meditado antes. Directamente me salió (muchas veces hablo sin pensar - algo que para ciertas cosas no es del todo práctico).

Fue él quien me solicitó la ecografía. Mi caballero andante, con bata blanca y sin caballo. No sé si era la idea que tenía Don Quijote pero en mi corazón se ganó el título.


Después ya vino todo.

Han sido tantas las veces que me he preguntado por qué no lo dije antes… Tantos los lamentos y tantos los reproches… Tantas lágrimas gastadas de arrepentimiento…

Si lo hubiera dicho antes probablemente no sería tan grande o no habría llegado a los ganglios de axila. Quizás no tendrían que hacerme una mastectomía radical y me hubiera quedado con un cuadrantectomía o una preciada tumorectomía. Si lo hubiera dicho antes quizás mi riesgo de desarrollar metástasis fuera menor. Si lo hubiera dicho antes…

Ese “y si” oprime. Pesa. Corta la respiración y abofetea: TENIAS QUE HABERLO DICHO ANTES.

Imagino que no lo dije por miedo. Inicialmente un miedo inconsciente. Qué curiosa la mente que escapa ávida muchas veces de nuestra voluntad. Me arrepiento. Pero ahora no puedo hacer nada por cambiarlo. Lo que hubiera ocurrido no lo voy a saber nunca. Tengo que aprender a vivir con ello.

Hoy, con este escrito, decido poner fin a este arrepentimiento. Como si se tratara de una partida de póker, estas son las cartas que tengo y con ellas juego.



Entradas destacadas