jueves, 30 de marzo de 2017

CUESTIÓN DE NÚMEROS


De las primeras cosas que hice al saber que tenía cáncer de mama fue buscar información. Saqué mis apuntes de la carrera, del examen MIR, busqué en mis libros… No me servía nada. Estaba todo desactualizado. Por eso me lancé a navegar por internet.

La información más científica se mezclaba con el deseo de buscar personas que estuvieran pasando por lo mismo que yo. Muchas mujeres contaban su historia. Todas hablaban del cáncer de mama, pero… ¿qué tipo de cáncer de mama tenían?, ¿era localizado?, ¿tenían también afectación axilar?, ¿metástasis? Pocas lo mencionaban.

Los pronósticos son diferentes… Fue entonces cuando en mi cabeza sólo rondaban números y porcentajes. Más de 22.000 casos nuevos cada año, un 82,8% de supervivencia global a los 5 años, …

La probabilidad de tener cáncer de mama con menos de 35 años es bajísima. Si había tenido la suerte de nadar sobre números tan bajos, qué garantía hay de formar parte del 82% de mujeres que siguen vivas a los 5 años? ¿Y qué pasa a los 10 años? …

La incertidumbre es la peor compañera de viaje.

Me solicitaron una prueba (un pet tac) para saber si mi cáncer estaba localizado o ya había metástasis. El día de mi cita la máquina se estropeó y tuve que esperar una semana más a que volviera a funcionar.

¿Cuánto dura una semana? ¿Cuánto dura un día de incertidumbre? ¿Cuánto dura cada sonoro ruido que hace la máquina mientras busca por tu cuerpo?

Cuando uno se prepara para la guerra coge toda su artillería independientemente de a quién (o a qué) le haga frente. Pero se juega con ventaja cuando sabes a lo que te enfrentas de verdad.

Afortunadamente mi cáncer “solo” ha llegado a la axila. Se trata de un carcinoma ductal infiltrante con receptores estrogénicos positivos, Her2 negativo. Y paro aquí porque hay otras muchas cosas que tienen en cuenta los oncólogos. Existe una importante heterogeneidad en el cáncer de mama, diferentes perfiles biológicos… Es por esto que los tratamientos son cada vez más individualizados y de poco sirve compararse con otros.

Yo no quiero ser un número. Mi vida no es una ecuación de estadística. Cuando tuve esto claro dejé de leer datos de supervivencia o mortalidad. Me interesa saber cómo se sienten otras mujeres, qué cambios experimentan, qué hacen para mejorarlo, …, pero no me interesan los números.

Soy consciente de que no puedo cambiar el cáncer que tengo. Pero sí cómo afrontarlo. En esto es en lo que merece la pena dedicar tiempo.

martes, 28 de marzo de 2017

UNA LOTERÍA

Mi historia comienza un 22 de diciembre, el día de la lotería de Navidad. Me había notado un bulto en la mama derecha desde hacía meses pero no le había dado importancia. “Bah… esto no será nada”, me decía. El bulto era cada vez más palpable, no sé bien si porque iría creciendo o porque tenía ya las coordenadas demasiado claras. Pasé de lo que yo llamo una negación inconsciente a una leve preocupación. Mandaba estudiar bultos más pequeños y de características más claramente benignas a pacientes que atendía en consulta.




Soy médico de familia. Trabajo en un centro de salud apartado de la gran ciudad. Mi gran pasión son los cuidados paliativos y he dedicado mis últimos años a formarme e impregnarme de sus grandes valores. Aunque de alguna manera ya lo soy ocasionalmente en mi consulta, sueño con ser paliativista, dedicarme al completo a ello y poder acompañar en ese momento tan mágico y misterioso que es el final de la vida.
Recientemente me había interesado por el psicoanálisis, la psicología humanista y en concreto por la logoterapia. Me fascinaba adentrarme en una dimensión más espiritual, en el deseo de autorrealización y la búsqueda de sentido, y cómo esto modificaba el desarrollo individual de las personas. Admiraba como ante grandes adversidades se podía, no sólo salir adelante, sino además, verse fortalecido.

Al fin solicitamos la ecografía. No hubo prisas ni angustia en esa petición. Convenía estudiarlo. Simplemente eso.
Y ahí estaba yo, ese 22 de diciembre, con una sonrisa bien grande pendiente de pasar a la eco. La radióloga me recibió con otra sonrisa tan grande como la mía. Poco le duró al poner el ecógrafo. “¿Pero seguro que no te has dado ningún golpe?”, “¿Y dices que no tienes antecedentes de nada?”. Tras detectar microcalcificaciones, me solicitó una mamografía. Después de esto vendría una biopsia y una resonancia magnética mamaria. Yo había ido a hacerme una simple ecografía…
Salí del hospital sabiendo que tenía una tumoración, de más de dos centímetros, de bordes mal definidos, calcificada… No parecía algo bueno. Me quedé tan impactada que no pude hacer el turno de tarde que me correspondía. Me sentí tan frágil y vulnerable… Tan pequeñita…

He dado cientos de malas noticias en consulta. Aquella mala noticia esta vez me la estaban dando a mí.

Al día siguiente decidí pasar consulta sin mirar mi historial hasta que no hubiera finalizado toda la jornada laboral. Y así fue. Esa mañana la viví como un regalo. No hubo una mala cara de nadie, nada de líos de informes, ni pacientes sin cita. Todos me deseaban unas felices fiestas de Navidad.


Llegó el momento de saber más. Abrí mi historial y leí en la tranquilidad de mi consulta. La ecografía era desalentadora. Se trataba de una lesión con alta sospecha de malignidad. Me citaban en unos días para completar el estudio además con una ecografía axilar.
La información me llegó como una fuerte y sonora bofetada. Una bofetada de la vida. En tan solo un día había pasado de gozar de una buena salud a perderla; a sentirme enferma. No me dolía nada, no estaba cansada, no había perdido peso… Me encontraba bien. Pero ya estaba enferma.
Lloré más en los sucesivos tres días que en toda mi existencia. Intentamos normalizar lo mayor posible, haciendo lo que siempre habíamos hecho por tradición familiar los días navideños. Pero el olor a tragedia nos impregnaba a todos.

Llegué a la ecografía axilar muy asustada. Si encontraban alguna adenopatía sospechosa la puncionarían. Creo que era la única que pensaba que ninguna lo sería y que no haría falta puncionar. Al llegar allí estaba ya todo preparado para la técnica. Fue tumbarme y pinchar.
No tarde mucho en conocer a mi oncólogo. No podía creerlo. Me costó resituarme. ¿De verdad estaba pasando? No recuerdo cuales fueron sus primeras palabras pero sí las mías, inundadas por las lágrimas: “sé que me muero. Ha llegado mi momento, pero estoy preparada”. 
Mi primera reacción cuando supe que tenía cáncer fue pensar que durante todo este tiempo me había estado preparando de manera inconsciente, casi instintiva, para mi final. Tantos libros, tantos cursos, todo lo que recientemente había estado aprendiendo tenía un único fin. No acompañar a que otros murieran, sino acompañarme a mi.
Realmente no estaba preparada. Me moría, pero de pena. Era enormemente injusto. Me quedaba aún tanto por hacer… Menuda lotería me había tocado.


Mi idea inicial de muerte anunciada fue perdiendo peso. Empecé a poder contar lo que me estaba sucediendo, eligiendo cada día unos pocos amigos. Y comencé a recibir una gran cantidad de mensajes y llamadas de ánimo.
Pasé de preparar mi muerte a pensar que posiblemente me estaba adelantando. No quería defraudar a todas las personas que confiaban en mi valentía para perseguir la curación y, sobre todo, no quería defraudarme a mí misma.
Llegó la etapa de la verdadera aceptación.









UN POQUITO DE MI




Me llamo Ana. Tengo 33 años y hace poco más de tres meses me diagnosticaron cáncer de mama.

He estado pensando mucho a cerca de compartir mi aventura por esta vía. Me surgían muchas dudas. ¿Realmente podía servirme escribir públicamente lo que me estaba pasando? ¿Quizás le serviría a otros? ¿Y si no le interesa a nadie?

Como parte del proceso de aceptación que estoy experimentando, creo que éste es un modo más que me permite expresar mi deseo de normalización de la enfermedad y a la vez, puede ayudarme a exteriorizar mis preocupaciones, miedos e incluso a compartir momentos buenos que, aunque parezca mentira, los hay y son muchos.

Este espacio también me gustaría que fuera un lugar donde muchos de los que me conocen puedan saber de mi y una oportunidad para conocer personas con las que poder aprender y disfrutar de la gran lección de vida que nos ofrece la enfermedad.

Espero que juntos pasemos muchos buenos momentos. 

Entradas destacadas