Ayer tuve la oportunidad de poder
asistir a una jornada muy especial para mí. La III Jornada de Cuidados
Paliativos que organiza la Sociedad Valenciana de Medicina Paliativa (SVMP).
Como muchos ya sabéis, vivía
apasionada por los Cuidados Paliativos. Lo que más llenaba y satisfacía era
acompañar en el final de la vida. Sabía que estaba hecha para hacerlo y lo
asumí como misión. Durante estos
poquitos años de profesión he podido desarrollar “mi encomienda” pero no tanto
como me hubiera gustado. En Atención Primaria se trabajan más otros aspectos.
Recuerdo cómo recibí inicialmente
con rabia la propuesta de formar parte del grupo de formación de la SVMP. Me
llegaba a las pocas semanas de saber que tenía cáncer. No entendía por qué la
propuesta venía justo en un momento en el que no podía responder
profesionalmente. Tanto tiempo queriendo avanzar en lo que consideraba mi
pasión… y llegaba cuando no podía.
Al poco entendí que, aunque no pudiera
aportar mucho durante mi tratamiento, el simple hecho de estar podía hacerme
feliz. Los compañeros me recibieron con los brazos abiertos.
Después de algunas reuniones en streaming con coletazos de quimioterapia
y otras donde lo palpable se hacía realidad, ayer poníamos broche a una jornada
de formación que fue éxito.
Reconozco que al principio me
sentía un poco abrumada. Era la primera vez que acudía a un acto con tanta
gente después de estos cinco meses donde ha predominado la reclusión. Era
también el primer contacto firme con mi mundo profesional, con lo que soy. Y es
que hice caso a mi oncólogo cuando en la primera consulta me indicó que desde
ese mismo momento dejaba de ser médico y me convertía únicamente en paciente.
Dicho y hecho. Dejé de leer sobre medicina y me confié a ellos.
Lo cierto es que, ya no sé si
como médico, como paciente, o, por no entrar en dilemas, como persona, pude
disfrutar mucho del encuentro; de poder compartir junto a otros que cuentan con
mi mismo motor. Ayer nos decía Constanza Calatayud, responsable de formación de
AEMIMD*, que todos estamos destinados a brillar, pero que es nuestra
responsabilidad mostrar nuestro brillo. Es una forma de HUMANIDAD COMPARTIDA.
Este concepto, nuevo para mí, me
abrió los ojos. Evidencia que no somos tan diferentes como pensamos, que es
mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
Si estás pasando un mal momento,
si estás sufriendo, no eres el único que lo está experimentando. No te creas
tan excepcional. Hay personas como tú que también viven un momento difícil. Al
fin y al cabo, todos luchamos nuestra vida.
No quiero que se malinterprete
con el conocido “mal de mucho consuelo de tontos”. No es la misma idea. La
humanidad compartida se interpreta desde la auto-compasión, que parte de una aceptación de la realidad, de lo que estamos
experimentando, en mi caso el cáncer, y un deseo profundo de querer compartir
tanto sufrimiento como felicidad, todo ello, desde el marco de la bondad.
Está claro que hay cosas de cada
uno de nosotros que son excepcionales. Sin embargo, no son solo nuestras. Son
el resultado de todas las personas que nos rodean, de nuestra lucha compartida,
de nuestro esfuerzo, ... Debemos apreciarlo. Y tenemos que mostrarlo para así,
poder agradecerlo.
Mostrando nuestras cualidades
rendimos homenaje a todas las personas que contribuyen a ser lo que somos.
Por tanto, aceptando mi realidad,
me descubro y comparto con vosotros, dando cabida a todo el espectro de sentimientos.
Porque compartiendo me siento más acompañada. Me reconforta. Ayer tuve la oportunidad
de redescubrir mi pasión, mi sentido, para lo que realmente estoy hecha. Es
para ayudar a morir bien. Y aunque en este momento las circunstancias me
obligan a parar, retomaré, con el corazón más abierto que nunca, todo el camino
que aún me queda por recorrer.
*Asociación Española de
Mindfulness y Compasión
No hay comentarios:
Publicar un comentario