miércoles, 3 de mayo de 2017

LOS EFECTOS SECUNDARIOS DE LA QUIMIOTERAPIA


Bien podía haber titulado esta entrada como “los temibles efectos secundarios de la quimioterapia” porque era tanto el temor que tenía antes de que aparecieran y me había concienciado tanto, que casi daba más miedo si pasaban los días y alguno de ellos no se presentaban. “¡A ver si es que no me está haciendo efecto la quimio!” llegué a pensar.

No me hizo falta leer sobre lo que me vendría porque los mensajes de advertencia llegaban por todas las vías posibles. Y así, expectante, es como me quedé sentada en el sofá aquella tranquila tarde después del primer ciclo de quimio.

Recuerdo la llamada de Enric y sus sabios consejos. “No permitas que los demás te digan cómo tienes que sentirte”. Aunque estaba (y estoy) enferma, no me sentía enferma. Y hoy sigo pensando igual. Algo que me repito mucho es que no soy el cáncer que tengo, no me representa. Puedo sentirme bien aun compartiendo espacio físico con la enfermedad.

El cansancio se instauró pronto. Me sorprendió como me costaba hasta enjabonarme y el suplicio que suponía mantener el mango de la ducha. Es bastante frustrante querer hacer cosas y no tener fuerzas. He sido siempre muy activa y esto ha sido lo que más me ha costado afrontar. Soportar la bajada de revoluciones. Aun así me esfuerzo por no parar siempre que puedo. Cada día bueno es día de zapatillas, libros o pinceles.

Los problemas digestivos estuvieron más marcados en los primeros ciclos. Con ellos, ocasionalmente algún sabor extraño. He tenido la suerte de no haber vomitado en contra de la profecía autocumplida que se me auguraba. Afortunada, esta vez con más gozo para mis padres, manteniendo el apetito.

Olor algo más acentuado, llagas muy puntuales y un aspecto extraño y rayado en las uñas.


La caída del pelo tiene incluso alguna ventaja. Pinzas y silk-epil se pierden en un cajón profundo. A algún que otro pelo lo echo más de menos. Las pestañas, por inútiles que parezcan, desempeñan una importante función amortiguadora de porquería. Ahora me entra todo en los ojos y hace que tenga a los de mi alrededor al acecho. “¿Esas lágrimas son de emoción o de limpieza?”. Las cejas la verdad es que no me sirven de mucho más que para hacer mis preparaciones de salida a la calle más largas. Me siento Dalí cuando toca dibujarlas.


Mi hermana, cariñosamente, me ha apodado Mr. Potato. Entre cejas, lentillas, peluca o pañuelo… tengo más complementos que la Barbie Malibú. ¡Y eso que todavía hablo de cuello para arriba!
Con diferencia, el peor aunque más invisible efecto secundario, es la bajada de defensas. Se ve que tengo la médula tonta porque me estrené con un ingreso por neutropenia a los 10 días de mi primer chute. Es de todos el que más me preocupa. Tanto que incluso durante el nadir (periodo en el que las defensas están en su punto más bajo) me recluyo en casa para evitar posibles contagios. Quizás sea un poco exagerada, pero me hace estar más tranquila.
Al fin y al cabo, los efectos secundarios, sean muchos o pocos, más o menos fuertes, son transitorios. De aquí a unos meses las cejas las seguiré pintando, pero en lienzos.

5 comentarios:

  1. Cada día que pasa más emocionado y con más ganas de saber de tí! Vamos Ana!!!!! 💪💪

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    1. Eres fuente de energía!!! mil gracias por tu apoyo!!!

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  2. Anaaaa!! Felicidades por lo q escribes! Nunca pensé, en las clases q compartimos, q tendrías q pasar por esto. Todo mi apoyo y todos mis ánimos hacia ti, igual q tú lo transmitías hacia los demás. Muchos , infinitos!

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    1. Carmen...qué placer leerte por aquí. Agradezco mucho tu apoyo. Yo creo que todavía nos quedan cosas por compartir en el mundo paliativo 😊😊 Muchísimas gracias

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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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