El otro día recordaba con mis compis cómo comenzó esto de las redes
sociales. Al poco del diagnóstico, con sensación de bicho raro, quise buscar si
había más gente como yo. Me parecía algo tan extraño que me creí especial (y más
desamparada si cabe). Pero como hoy en día tenemos información a tan sólo un click,
no fue difícil toparme con que, aunque no es lo habitual, otras mujeres de mi
edad también se enfrentaban a los duros tratamientos contra el cáncer. He de
reconocer que me generó cierto alivio.
A lo largo del proceso he tenido la suerte de conocer
mujeres que con orgullo mostraban sus calvas, contaban goteros y sesiones de
radioterapia o incluso se atrevían a enseñar cicatrices. Mujeres de todas las
partes del mundo, que aún en la distancia, comparten sentimientos y esperanza. Mujeres
que, bañadas por el agotamiento, dolor o malestar, no han dudado en lanzar
mensajes de apoyo a quien los necesitara y que, a pesar de no haber roto la
barrera de lo físico, sienten que abrazan a un familiar.
Y por supuesto que sí, que la familia, y los buenos amigos,
son muy importantes, pero nadie va a entenderte mejor que quien se enfrenta, o
se ha enfrentado al dichoso cáncer. La empatía existe, y hay quien se aproxima
mucho, pero no es lo mismo. Lo siento por aquellos que no pertenecen “al club”
pero ojalá nadie más entre.
Pues en esto del cáncer se estilan mucho los grupos de apoyo.
Yo estuve acudiendo a uno que en
concreto realizaba mindfulness. Hay diferentes opciones gracias a asociaciones
o incluso propuestos desde los mismos hospitales. A veces simplemente conoces
gente como tú durante las sesiones de quimio o esperando en la sala de espera
del oncólogo. Para las amantes de las
nuevas tecnologías, gente joven, vergonzosas o aquellas que simplemente quieren
algo todavía más fácil, existen las redes sociales.
Hoy, y después de algo más de un año con mi diagnóstico a
cuestas, me lanzo a hacerte esta recomendación: contacta con alguien que esté
como tú. Da igual la forma, el medio o los intermediarios. Hablar con una
persona que siente como tú, que sufre igual que tú y que tiene los mismos
miedos o preocupaciones, te liberará carga. Ese compartir hace que todo sea
mucho más fácil.
Rompe el hielo con esa compi que crees que lleva peluca igual
que tú porque ves que se la coloca y recoloca a cada minuto durante la quimio. Llama
a esa mujer que no sé quién te dijo que lo pasó hace tiempo y que ahora está curada.
Acude a ese grupo que te han propuesto que se reúne los jueves por la mañana. Contacta
con ese perfil de Instagram que luce pañuelos en lugar de melena. Detrás del
móvil también hay una persona. Hazlo como quieras, pero hazlo. Creo que nunca
antes he estado más segura de algo.
Yo quise sumarme a este COMPARTIR. Y estoy tan agradecida de
lo que ahora tengo, que no puedo más que recordarles lo valiosas que son todas
para mí. No me olvido tampoco de quien
formando ya parte importante de mi anterior vida cambió papeles tornándose diamante
en bruto en la de ahora.
Mi tinerfeña, que recorrió kilómetros para regarme su
abrazo. Bien podría habernos unido un tatuaje más que esta mierda de
cicatrices.
Mis kiwis, que con nombre de fruta llenaron de mensajes mi
teléfono y que a día de hoy son grandes amigas. Quién iba a decir que preguntar
por la talla de una camiseta solidaria iba a dar tanto de sí.
Ireñe y sus zapatillas, que tanta fuerza me da para calzarme
yo las mías a pesar del dolor o la pereza.
Ana y sus consejos sobre pan. No habría conseguido uno bueno
si no fuera por sus recomendaciones.
Susana, Bel, Afri y Miriam, con las que descubrí que la
pasarela también está hecha para las mujeres de poco pelo. Por cierto, muy
enganchada ahora a sus predicciones meteorológicas diarias :P .
Todo el grupo mamagram
y sus innumerables consejos. Desde baños salados postquimio, sujes para unitetas
o geles vaginales. Bromas aparte, decisiones importantes compartidas tampoco
fallaron.
Vanessa y su “si calva te van a mira igual” que motivó mi
repentino y orgulloso destape. Eso sí fue un despertar.
Mon y su presencia tranquilizadora. Sus palabras retumban
sabiduría.
Eva, mi reciente adquisición.
Ese tipo de personas que sabes que quieres tener en tu vida.
Nieves, Marigely, Adina, Vero, Ángela, Sonia, Neus, Laura, María, Ari…
y tantas otras mujeres que también quisieron conectar y compartir.
Que no nos una solo lo malo. Nos merecemos compartir también
lo bueno.