Hoy doy comienzo a un nuevo
espacio en el que colaborarán personas que de alguna u otra forma son importantes
para mí. Quería que la encargada de iniciar esta nueva travesía fuera mi madre. Psicóloga y pedagoga, trabaja con menores y familias en situación de riesgo.
El vínculo establecido entre nosotras es tan fuerte que ni un tsunami podría
destruirlo. Ahora, más fortalecidas que nunca, seguimos compartiendo vivencias
y emociones.
Os dejo con su aportación.
Nunca imaginé que colaboraría con mi hija en un blog…y mucho menos si en el mismo se iba a hablar de cáncer. Yo estaba acostumbrada a hablar de mis temas profesionales, de padres desesperados con hijos que se portan mal, de apego, de pautas educativas. Pero la vida ha querido que en mi vocabulario aparezcan nuevas palabras antes impensables, no por desconocidas sino por poco familiares. Mastectomía, ganglios, quimioterapia. Las nombro ahora y aunque siguen conmoviéndome ya puedo permitirme decirlas sin llorar o sin temblar.
Una madre nunca está preparada
para que su hija esté enferma de cáncer. Va contra la propia naturaleza. Pero
tengo claro que yo no he elegido lo que le pasa a Ana, pero sí puedo elegir la
forma en que lo podemos afrontar mejor. Es nuestra estrategia, no pensada pero
sí sentida. Mi familia y yo nos preparamos semana a semana para luchar contra
un amigo invisible pero que deja huella.
Cuando recuerdo la llamada de mi
hija después del primer diagnóstico parece como si fuera un sueño, poco real.
No reaccioné, iba conduciendo y hablaba con ella intentando decirme a mí misma
que no era cierto. No fue ese sin embargo el peor momento, llegaron otros muy
malos y supongo que aún nos quedan muchos más.
Lo que más nos ayudó desde el
principio como familia fue hablar con mucha naturalidad del cáncer, de lo que
nos preocupaba, de cómo nos sentíamos. Cada día desde el primer momento
hablábamos mucho, el cáncer monopolizaba nuestras conversaciones (aún sigue
haciéndolo), no de forma obsesiva sino como de algo que forma parte de nuestro
presente y desgraciadamente también de nuestro futuro. Cuando en la vida de una
familia algo tiene esa omnipresencia tan virulenta convirtiéndose en tu enemigo
pueden pasar dos cosas, o tratas de conocerle al máximo para combatirle no solo
con medicina sino también con actitud valiente, o se lleva en silencio por
dentro y por fuera dejando a su libre albedrío que inunde todas las parcelas de
la vida de la persona que lo padece y de su familia. Nosotros hemos elegido la primera
opción. Al principio no fue fácil. Estuve muchos días sin poder hablar con
nadie del tema que no fueran mi marido y mis hijas. Simplemente no podía hablar
de ello. Supongo que el bloqueo emocional fue tan fuerte que necesité como los
termostatos de los radiadores, rebajar mi nivel de angustia y de miedo para
hacerlo. Ahora sigo teniendo angustia y miedo pero de otra manera.
El humor es otra de las cosas
que nos está ayudando en este proceso. Somos capaces de hacer bromas de algo
tan serio, no porque no le demos importancia, sino porque nos ayuda a romper
los muros, a integrar la enfermedad en nuestras vidas, a despertar risas y
sonrisas. Podemos decirle a Ana con cierta ironía que no se aproveche de que
está oncológica para no poner la mesa, o reírnos con cariño de las cosas que se
le olvidan con su memoria afectada por la quimio. Y Ana lo agradece en lugar de
enfadarse. Pienso que una de las mejores cosas que puede hacer la familia por la persona que tiene cáncer es ayudarle a reírse con los problemas, no de los problemas que acarrea
la enfermedad. A poder hablar de emociones abiertamente cuando tiene ganas de
llorar y poder hacerlo porque se le da permiso, sin contención, sin tapujos. A
mostrar preocupación pero también esperanza. A no dejar nada dentro, sino
compartir sensaciones, sentimientos, dudas, decepciones, ilusiones e incluso
sueños, de esos que parecen imposibles pero que en ocasiones se transforman en
milagros tangibles.
En todo este camino que llevamos
he aprendido muchas cosas. La primera es que los tiempos no los marca las
agujas del reloj ni los calendarios, sino los momentos de la vida, las
circunstancias del “aquí y ahora”. Que mi agenda cerrada puede abrirse en
cualquier instante porque entran en acción situaciones que yo no elijo ni
planifico, como que mi hija tenga un pico de fiebre o se encuentre mal.
Otra cosa que he aprendido es
que no existe un límite para mi capacidad de asombro con las personas que nos
quieren y que son muchísimas. Jamás imaginé tener tantas cerca de nosotros, ha
tenido que pasar algo así para darnos cuenta. El poder de la amistad y del
cariño el inmensurable. No hay día que no recibamos mensajes, llamadas,
comentarios de tanta gente que nos apoya y nos acompaña. Esto en una batalla es
crucial. Cada una de estas personas se convierten sin saberlo en pequeños
soldados en nuestra batalla, todos juntos, empujando el carro de la esperanza y
de la fortaleza. Una de las cosas que más me emociona es pensar en personas que
estaban ahí, a mi lado, de forma silenciosa e incluso física y geográficamente
lejos, o que hacía tiempo que no hablábamos. No puedo expresar con palabras lo
reconfortante que han sido y son sus gestos de cariño y ánimo.
Hay una palabra que me gusta
mucho, resiliencia. Según Froma Walsh es “la
capacidad de una persona para recobrarse de la adversidad fortalecida y dueña
de mayores recursos. Se trata de un proceso activo de resistencia,
autocorrección y crecimiento como respuesta a las crisis y desafíos de la vida.
Implica algo más que la mera posibilidad de sobrevivir a un suplicio horrible,
atravesarlo o eludirlo”.
Después de haber impartido
algunos cursos sobre resiliencia he podido constatar que no sabía tanto como
pensaba de la misma, que una cosa es la teoría y otra bien distinta es la
práctica. Estamos viviendo mi familia y yo un curso aplicado de resiliencia en
el que palabras y frases anteriormente aprendidas cobran ahora otro cariz, otro
significado. Según Boris Cyrulnik para que se dé
la resiliencia se necesitan tres cosas: disponibilidad de recursos externos,
adquisición de recursos internos y sentido.
En nuestro caso
tengo muy claro que se dan. Tenemos los mejores recursos externos que se pueden tener: un equipo de médicos
excepcionalmente humanos y buenos profesionales y una red sociofamiliar para
quitarse el sombrero. Nuestra familia extensa es espectacular, especialmente mi
hermana y las tías paternas de Ana y sus hijos/as que están siempre ahí, cada
día, sosteniendo la red y lanzando al aire mensajes de ánimo y cariño. De los
amigos y amigas no tendría espacio para contar los innumerables gestos de
afecto que han mostrado. Les quiero y admiro a todos y cada uno.
Como recursos
internos podemos decir que el despliegue no es menos que el anterior. Mi marido
es el sostén nuestro, y con su temperamento sereno, racional y al mismo tiempo
con gran sentido del humor, consigue que nos sintamos seguras, alegres, sabiendo
que lo que tenga que pasar lo pasaremos con él al frente, abanderando siempre
la batalla. Es el mejor padre y el mejor marido. Mi hija Andrea se ha
convertido en el bastón de su hermana, disponible, atenta, meticulosa, previsora,
cuida de todos los detalles para que Ana esté y se encuentre bien. Y finalmente
qué decir de Ana, ha desplegado todo el arte que tenía interiormente a través
de la pintura, la escritura ¡e incluso haciendo pinitos en la música!. Su
alegría no es sólo lo que recoge el nombre es este blog, es su tarjeta de
visita. Tesón cuando se propone algo, optimismo, iniciativa y sociabilidad le
definen. Con estas armas la batalla promete.
El sentido o
significado de este proceso que atravesamos nos permite decidir qué posición
tomar en la contienda. Del estupor a la acción, del silencio a la palabra. No
podemos asegurar el futuro pero podemos cambiar el presente. No es fácil. La
incertidumbre y el miedo están acechando pero siempre hay un sol al que mirar y
cuando se hace de noche tenemos estrellas que nos alumbran. No estamos
perdidos, tenemos un norte al que dirigirnos y no estamos solos. No podemos
evitar el viento pero podemos construir molinos. Sin perder la sonrisa.
Si os interesa el tema de la resiliencia infantil podéis consultar su blog en: http://resilienciainfantil.blogspot.com.es/
No sabéis cuanto y como os entiendo!!!No tengo facilidad para expresar lo que siento pero leyéndote siento como si lo hubiese escrito yo misma.Solo hay una diferencia,yo miro.al cáncer como madre y cuatro meses más tarde también lo miro como paciente,si,las dos juntas.Habiamos pasado muchas aventuras juntas y ahora juntas frente a un ca.de mamá....En fin,no quiero estenderme más.Sin Perder la sonrisa��❤.
ResponderEliminarConchi, Ana, La fuerza os acompaña y desde la retaguardia contad con un soldadito más.Os sigo muy de cerca, por el cariño a Conchi y por extensión a su familia y por mi experiencia como acompañante, también he luchado al lado de mi marido contra esa bestia al que mi hijo identificó con un temible dragón y por la que su padre se convirtió en un victorioso caballero al más puro estilo medieval. Por eso nuestro convencimiento de que también venceréis a vuestro dragón y con la gratitud a vuestra generosidad al compartirlo de una forma tan positiva que seguro está ayudando a muchas personas. Un abrazo muy sentido. Mercedes
ResponderEliminarAmbas, madre e hija sois para quitarse el sombrero !! Un fuerte abrazo y a seguir el camino.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo 😘🤗💪🙌🙏
ResponderEliminarAprovechar, disfrutar la vida,"aquí y ahora".
ResponderEliminarEs bonito leeros, tanta fuerza, valentía, esperanza, unión, optimismo, humor... Es bonito saber que tenéis esos apoyos. Me alegro muchísimo.
Un cuento precioso, q creo os va a gustar: "Así es la vida" http://maestranainfantil.blogspot.com.es/2012/06/cuento-asi-es-la-vida.html?m=1
Un abrazo y una sonrisa enorme desde Vitoria
Muy buen blog y muy bonita entrada Juanitas mias! :)
ResponderEliminarVaya aportazo! Texto denso, para releer y pensar. Que maravilla! Vamos!!!! 💪💪
ResponderEliminarPrecioso desde el principio hasta el final. Gracias por ese párrafo de clausura, magistral.
ResponderEliminar